La fotografía que ha enmarcado la carrera de Alberto Venegas Martinez, la que lo ha acompañado a lo largo de toda su trayectoria, no podía ser otra que la de los dos imponentes guardianes de México. 
 
Nos encontramos en una mañana de un primero de enero de 1997. Alberto salía de viaje por trabajo, por supuesto con su cámara siempre cerca de él. 
 
Con suerte, al descender por las montañas del Estado de México se pueden vislumbrar los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Hoy era uno de aquellos días, pero uno con más fortuna que ningún otro. Casi se podía tocar la textura nevada en el relieve de las laderas de tierra. 
 
Abrumado por la emoción, Alberto tomó su Nikon F3, cámara que a la postre se convertiría en un clásico de la marca japonesa y realizó una fotografía panorámica a pulso. 
 
Como resultado de una coincidencia, Alberto había logrado una de las imágenes más contundentes que existen de los dos gigantes.